APUNTES

Claudio Cirio Romero

El PRI después del PRI

El PRI, en el estricto sentido del significado de la palabra “partido”, no fue tal sino quizá hasta que fuera de la presidencia de la república, se convirtió en “parte” de un todo que con mucha dificultad se viene construyendo en nuestro país, que es lo que desde la teoría se denomina “Sistema de partidos.”  Antes de eso sólo era el brazo electoral del régimen post revolucionario.

No aceptar esto es simplemente ignorar la historia.  El partido que nació en 1929 como Partido Nacional Revolucionario (PNR), que posteriormente con el Cardenismo en 1938 se convertiría en Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y que finalmente en 1946 adoptaría el de Partido Revolucionario Institucional (PRI), según nosotros, desapareció y sólo quedó el nombre y sus siglas  (¡Bueno, también los colores, pero esos no son de él, sino más bien de la nación!).  Así es que como PRI sólo cumpliría unos 66 años y como “partido” lleva poco menos de unos doce años, si es que se acepta la tesis de que antes de la alternancia en la presidencia de la república del 2000, no lo era.

Quien sinceramente desde ese partido quisiera conmemorar un origen que dudosamente es ya del PRI actual, debería leer el magnífico libro de Luis Javier Garrido, titulado El partido de la Revolución Institucionalizada.  De hecho para cualquier priista de hoy éste debería de ser “uno de los tres libros que marcaran su vida” por lo menos política.

No es ya el PRI y ni volverá a ser el partido hegemónico pragmático que Salinas definió alguna vez como “partido prácticamente único”.  El partido omnipresente de los setenta años de dominio casi absoluto de los espacios del poder público en nuestro país, ya murió.  El PRI de ahora sólo es resabio de aquel.  No cenizas de ave fénix, por si alguien desde el entusiasmo de las encuestas (así en general) que ubican a Peña Nieto a la cabeza de las preferencias electorales, cree que pudiera resucitar.

Y como resabio, es decir como “sabor desagradable” del régimen autoritario del que formó parte, se ha convertido uno de los escollos que nuestra democratización ha tenido que enfrentar sin mucho éxito.

Principalmente porque generó y diseminó en toda la sociedad mexicana, una cultura política que podemos denominar priista, que para desgracia nuestra corresponde a todos y cada uno de los anti valores de la democracia.  Así, el priismo como cultura política de la trampa, del cinismo y de la opacidad que habría nacido en la práctica política del PRI y del régimen en sí, es algo con lo que todavía libramos una casi interminable batalla.

Lamentable esto último, porque se “creé” normal que  por ejemplo cualquiera considere que al llegar a un cargo público tiene la oportunidad de, si no hacerse rico, sí aprovechar la oportunidad y acumular lo más posible de dinero o propiedades, aunque ello sea ilegalmente.  “El que no tranza no avanza” dejó dicho Hank González.  Y esto todavía es pensamiento común en todos los espacios de la vida pública y privada.

El Partido (PRI) y el Régimen (Priato) ya no existen, como bien se puede leer en otro libro (igual de los que deberían de marcar la vida de los militantes de ese partido), este de Gabriel Zaid, que se llama ¡Adiós al PRI! Escenarios del fin del PRI, pero la cultura política priista, esa se resiste a morir.

Aparecemos como soñadores o trasnochados, lo que planteamos y actuamos en sentido contrario a eso.  Aunque sabemos que tampoco puede ser eterna esa forma de pensar y hacer la política.

Vaya esto más que como una felicitación, como una invitación a la reflexión democrática para mis amigos que en Tlaxcala militan en ese partido.

 Nota al margen. Debemos felicitarnos sí, por el hecho de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó que los Sujetos Obligados “deben dar cumplimiento incondicional a las resoluciones emitidas por el IFAI…” como se puede leer en este link: http://www.miguelcastillomartinez.blogspot.com/2012/03/blinda-corte-ifai.htmlwww.miguelcastillomartinez.blogspot.com

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